domingo, 16 de noviembre de 2025

cuando tu vida llego a nuestra casa

 

Cuando tu vida llego a nuestra casa
no entra sola: trae recuerdos, trae heridas,
trae el temblor de aquel primer día
en que tus ojos, tan nuevos, buscaron los míos
pidiendo cobijo… y prometiendo vida.

Tú naciste para que te quisiéramos,
para enseñarnos un amor que no se aprende en libros,
un amor que se clava, que transforma,
que arranca miedos y siembra caminos.

Y llegaste así, hijo mío,
con una cruz que no pediste,
con una batalla escrita en tu sangre,
con una sombra que se quedó para siempre…
pero aun así brillabas,
aun así eras luz,
aun así eras nuestro milagro.

Desde entonces vivimos en una cuerda fina,
entre el miedo de perderte
y la esperanza de verte amanecer cada día.
Hay días que la vida parece sostenerte,
y otros en los que la vida te pesa demasiado…
y nosotros contigo, detrás, sosteniéndote el alma
aunque las fuerzas se nos rompan por dentro.

Hemos llorado más que muchos en una vida entera,
hemos pedido al cielo respuestas que no llegan,
hemos tocado el fondo del dolor
y sin embargo… nunca hemos dejado de amarte.
Nunca.
Porque hay amores que no se explican,
solo se viven, solo se sufren, solo se entregan.

Dicen que son años perdidos…
pero para nosotros fueron años de ser familia,
años de luchar sin descanso,
años de acercarnos más a Dios
porque solo Él sabe cuánto duele quererte tanto.

Y aquí seguimos, hijo mío,
de pie aunque la vida nos doble,
despiertos aunque el alma quiera dormirse,
abrazándote aun cuando el miedo nos tiemble por dentro.

Quédate con nosotros.
Quédate hasta el final.
Quédate en esta casa que es tuya
y en este corazón que es tuyo también.
Porque tú eres, hijo mío,
la razón, la herida, la fuerza
y el milagro de nuestra vida.

 Padre de Jesús – Francisco Ruiz Ruiz

Imprimir artículo

No hay comentarios:

Publicar un comentario