Cuando la vida vuelve a casa,
tú, que naciste para ser amado,
cuando llegaste a este mundo,
trajiste un regalo inmenso.
Tú, mi hijo dulce y cariñoso,
que arribaste con una batalla que no se ve,
no partiste el corazón,
nos dejaste con el alma tocada.
Día tras día, con sus altibajos,
con momentos de luz y de sombra,
años que se escapan, pero siempre con esperanza,
que permanezca con nosotros hasta el final,
de nuestras vidas.
padre de jesus
Imprimir artículo
No hay comentarios:
Publicar un comentario