Milicias del alma
Me midieron lejos, en tierra francesa,
pero volví al deber, sin tregua ni pausa.
Me llevó el tren a Vitoria callada,
donde el miedo y la espera iban de la mano armada.
En Burgos me vi, con frío en la piel,
con uniforme roto y sin nada que ver.
Un polvorín de acero, de pasos contados,
donde hasta el viento estaba vigilado.
Pero aún en la sombra, encontré compañía,
amigos sinceros, de noche y de día.
Compartimos historias, cartas y sueños,
con la esperanza puesta en un retorno pequeño.
Y cuando salí, no miré hacia atrás,
pero llevé en el pecho lo que allí quedó.
Porque hasta en la mili, que tanto dolió,
Aprendí que el valor no siempre se grita
padre de jesus.
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